Los resultados de las elecciones presidenciales de diciembre de 1989 fueron expresión de la voluntad mayoritaria de los ciudadanos de recuperar y reconstruir la democracia.

El categórico triunfo se vio opacado por el resultado de la elección parlamentaria, pues el sistema electoral binominal y los nueve senadores designados, distorsionaban la voluntad de la mayoría ciudadana en beneficio de las minorías partidarias del autoritarismo, “amarres” que – a su juicio- les permitirían tener las “llaves de la transición”.

El triunfo fue celebrado a nivel mundial a través de múltiples expresiones de apoyo. En Chile, dirigentes de oposición y miembros de la Junta de Gobierno visitaron al presidente electo, no así el General Pinochet, que se limitó a enviar a Aylwin una escueta nota en la que lo saludaba e invitaba a una futura reunión en el Palacio de La Moneda “a fin de tratar materias propias de las circunstancias correspondientes al cambio de mando presidencial”.

Los perdedores no estaban dispuestos a ceder y, a través de los enclaves autoritarios establecidos en la Constitución y de medidas administrativas orientadas a proteger su obra, procedieron a modificar la relación del poder. Así sucedió con Ministros de la Corte Suprema, a quienes les ofrecieron una tentadora jubilación para llenar sus vacantes con jueces proclives al régimen saliente; también modificaron las atribuciones que permitían a la Cámara de Diputados ejercer su facultad de investigar y sancionar las acciones de funcionarios del Régimen Militar; se restringió la facultad constitucional del Presidente de la República de disponer el retiro de oficiales de las FF.AA.; se dispuso la disolución de la Central Nacional de Informaciones, CNI, y la destrucción de sus archivos; Asimismo, la Junta de Gobierno realizó diferentes modificaciones por medio de la Ley Orgánica Constitucional de las Fuerzas Armadas. A las medidas legislativas se sumaron las de carácter administrativo, también orientadas a obstaculizar la gestión del nuevo Gobierno propiciando el quiebre de la Concertación y el desborde las reivindicaciones de los sectores populares que por años habían sido postergados.

Consiente del complejo escenario político, Aylwin privilegió el espíritu de entendimiento entre los chilenos. En su mensaje de año nuevo expresó que “mi primera tarea como Presidente de la República será afianzar la unidad de los chilenos, solo unidos por encima de nuestras diferencias podremos aprovechar las excelentes oportunidades que se nos abren. Por esto llamo a todos mis compatriotas, sin excepción, a que hagamos de este año que comienza el año del reencuentro nacional”.

Con ese espíritu, el Presidente electo se abocó a la tarea de constituir el nuevo Gabinete Ministerial teniendo en consideración el mérito y capacidad de las personas sugeridas por los partidos de la coalición y, con la convicción de ejercer como “Presidente de todos los chilenos”, suspendió su militancia partidaria, a fin de afirmar ante el país su independencia como Jefe de Estado.

El 11 de marzo de 1990, Chile recuperó la democracia después de diecisiete años de dictadura. Al día siguiente, frente a un Estadio Nacional lleno, el Presidente Aylwin llamó a sus compatriotas a construir la patria justa y buena para todos.

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